Visitar

Ciudad de Ericeira

Cuenta la leyenda que el nombre de Ericeira significaba originalmente "tierra de erizos", debido a los numerosos erizos de mar que abundaban en sus playas.

En el siglo XIX, la pequeña Ericeira tenía una enorme importancia comercial: era la 4ª aduana del reino, después de Lisboa, Oporto y Setúbal. Los barcos comerciales de Ericeira medían 20 metros de eslora, con 3 ó 4 mástiles de vela. El 5 de octubre de 1910, el rey Manuel II, último rey de Portugal partió de la Playa dos Pescadores hacia el exilio en Inglaterra, mientras en Lisboa se proclamaba la República. La Plaza da República marca el centro histórico de la ciudad. Con sus cafés y pastelerías, es el punto más turístico de Ericeira. Perderse por sus calles y callejuelas, con sus casas encaladas, blancas y azules, sigue siendo la mejor manera de descubrir los encantos de esta villa marinera.

PUEBLO-MUSEO JOSÉ FRANCO

Sobreiro

José Franco (1920-2009), alfarero de la zona de Sobreiro, cumplió su sueño en los años sesenta: la recreación de una aldea que conservara la memoria local de su infancia. Lo hizo con sus propias manos, levantando una pequeña aldea con réplicas de los antiguos talleres y tiendas, decorada con objetos de época y figuras de tamaño natural.
El pueblo-museo cuenta con una zona dedicada a los niños, con casas en miniatura y habitantes ocupados en sus quehaceres cotidianos, ya sea en el campo o en antiguos oficios como la carpintería. Los más pequeños también se deleitarán en el pequeño castillo del pueblo, que incluye un parque infantil y herramientas agrícolas con las que podrán jugar.
Horario de apertura: Verano - 09h30 a 19h Invierno - 09h30 a 18h - Entrada gratuita

ALDEIA DA MATA PEQUENA

Una docena de casas componen esta pequeña aldea, de paredes encaladas y suelos de losas.

La Aldeia da Mata Pequena es un paraíso que invita al descanso y al contacto con la naturaleza en las afueras de Lisboa. Es un tesoro de la arquitectura tradicional de la región serrana, en plena Zona de Protección Especial de Penedo do Lexim, que las obras de rehabilitación se han encargado de preservar. Quien pasea por esta aldea tiene la sensación de estar en un museo al aire libre, donde el modo de vida de antaño se conserva a través de los olores, los colores y las tradiciones. Las casas que aquí se encuentran son el mejor ejemplo de ello, fruto de un gran trabajo de investigación y recopilación que conquista a cada visitante.

AZENHAS DO MAR

A una media hora en coche, encontramos este pueblo junto al mar donde las casas se fueron instalando en los acantilados.

Las Azenhas, como se las conoce, son un paisaje único en el mundo. Con buenos y variados restaurantes, paisajes y espacios naturales, el pueblo es una parada obligatoria para todo tipo de viajeros, pero sobre todo para los amantes de la gastronomía. Puedes aventurarte a darte un baño en el mar o, si deseas aguas más tranquilas, en la piscina natural construida en la playa de Azenhas. El pueblo está conectado por senderos junto al mar con Cabo da Roca y Ericeira. En el pueblo vecino de Praia das Maçãs, es posible coger el antiguo tranvía que nos lleva a la ciudad de Sintra, siguiendo el trayecto.

SINTRA

En el siglo XIX, Sintra era el destino de la nobleza y las élites portuguesas, y aún hoy la arquitectura romántica evoca el encanto del pasado.

Una visita a Sintra debe incluir un paseo por las calles de la villa, donde podrás descubrir bellos rincones y edificios de época, así como una visita a los diversos palacios e idílicos jardines erigidos en sus alrededores. El Palacio de Monserrate, el Chalet y Jardín de la Condesa d´Edla, la Quinta da Regaleira y el Palacio da Pena forman parte de este ex libris de la arquitectura romántica que dejaron la nobleza y la burguesía del pasado y que tan bien retratan la villa de Sintra. Sintra fue el primer Paisaje Cultural de Europa, en 1995, clasificado por la UNESCO. Queda a tan solo media hora en coche.

Óbidos 

La ciudad medieval de Óbidos es una de las más pintorescas y mejor conservadas de Portugal.

Situada en un punto elevado, cerca de la costa atlántica, Óbidos tuvo una importancia estratégica en el territorio. Desde que el rey D. Dinis se la cedió a su esposa D. Isabel, en el siglo XIII, perteneció a la Casa de las Reinas que, a lo largo de las diversas dinastías, la beneficiaron y enriquecieron. Esta es una de las principales razones por las que hay tantas iglesias en esta pequeña localidad. Dentro de las murallas, encontramos un castillo bien conservado y un laberinto de calles y casas blancas que encantan a quienes las recorren. Entre pórticos manuelinos, ventanas floridas y plazuelas, hay varios motivos para visitarla, buenos ejemplos de la arquitectura religiosa y civil de la época dorada de la villa. Otra atracción es la famosa Ginjinha de Óbidos, que se puede degustar en varios lugares, preferiblemente en una taza de chocolate. Queda a una hora en coche.